Diabetes en el 1900: El viaje de Raimundo Salazar en busca de insulina
01/23/2023
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“Tan solo un médico le dijo que debía ir a Estados Unidos, que allí estaban haciendo pruebas con algo nuevo que podía salvarlo”

Este año se cumplieron 101 años de la primera inyección de insulina colocada en humanos. Nuestro cuento “El auto naranja de India”, que aborda la diabetes, está dedicado a nuestro bisabuelo y a nuestro papá, quienes, desde muy jóvenes, fueron diagnosticados con diabetes tipo 1.

Uno de ellos, por cosas del destino, y tras un viaje equívoco, falleció a los treinta y cinco años, a punto de conocer la insulina. Por eso sentimos que sus historias deben ser contadas.

El nacimiento de la insulina, como la de tantísimos otros descubrimientos científicos, está plagado de personas y hechos, aparentemente asilados en el tiempo, que jugaron un papel de menor o mayor injerencia, aunque todos fueron importantes.

Los primeros diagnósticos de la diabetes datan de hace más de 2000 años. Existen registros de diferentes épocas donde se mencionan síntomas y características.

Al principio, muchos de estos síntomas fueron atribuidos a los riñones. Pero en el siglo XVIII, el científico Thomas Cawley, tras una autopsia a una persona con diabetes, encontró una pista en un páncreas absolutamente desgastado.

Esto cambió las cosas, dado que se puso el foco en el pancreas.

A comienzos de la década de 1920, John James Richard Macleod, Charles Best y Frederick G.Banting, lograron aislar insulina del páncreas de diferentes animales, pudiendo disminuir, en pocas horas, la glucosa en sangre de un perro diabético.

Esto cambió las cosas para siempre, ya que, dos años más tarde, en 1922, Leonard Thompson se convirtió en el primer humano en recibir tratamiento con insulina.

Raimundo Salazar

Allí se cruza la historia de nuestro bisabuelo, Raimundo Salazar, un tipo bueno y muy querido por los suyos, que venía de una familia de buen pasar. Su padre había fundado un pueblo en lo que hoy se conoce como el partido de Daireaux, donde residían. Allí se casó con Margarita Traverso, nuestra bisabuela, y tuvieron tres hijos.

Los cuentos que se fueron transmitiendo de generación en generación datan lo tan enamorados que estaban y lo felices que eran Raimundo y Margarita. De hecho, hoy sigue en pie la casona donde vivían, allí en Salazar. Esa casona llamada “El Cautivo”, donde Raimundo hizo pintar el techo del living con infinidad de margaritas, en honor a su amada esposa.

Cuando Raimundo tenía treinta y cinco años comenzaron los problemas. Lo que parecía una enfermedad rara comenzó a deteriorarlo. Ningún médico daba en la tecla y todos coincidían en que debía partir hacia Europa a buscar la cura. Tan solo un médico le dijo que debía ir a Estados Unidos, que allí estaban haciendo pruebas con algo nuevo que podía salvarlo, aunque todavía no era seguro.

Podía intentarlo, aunque el resto le sugirió partir para Europa, que en ese momento era palabra santa, y así lo hicieron…

Esta historia nos la contaron tantas veces, y cada vez que lo hacían pensábamos que era una película. Era contada por nuestra abuela ya que nuestro abuelo no se animaba a hablar de la muerte de su padre más que con ella. Nos dábamos cuenta cuánto había impactado que la partida fuese de esa manera.

El auto naranja de India, libro para niños que habla sobre diabetes
El auto naranja de India, libro para niños que habla sobre diabetes

Raimundo y Margarita emprendieron viaje a Europa sin saber que buscaban la insulina. Iban con sus tres hijos, entre ellos, nuestro pequeño abuelo de apenas tres años. Subieron al barco con niñera, ayudante y muchos baúles con sus pertenencias. Viajaron muchísimos días hasta llegar a Europa, buscaron y buscaron, pero ningún médico pudo ayudarlo. Con mucha angustia y tristeza, y el cuerpo ya deteriorado, emprendieron nuevamente el regreso a la Argentina.

No sabemos cómo habrán sido todos esos días arriba del barco, creemos que de mucho amor y despedida. Pero lo que sí sabemos es que, al llegar a Brasil, Raimundo y Margarita bajaron en el puerto y fueron a cenar los dos solos. Fue su despedida, vaya a saber uno cuán dolorosa y llena de amor, ya que, cuando lo subieron al barco, comenzó a empeorar. Al llegar a la Argentina ya había entrado en coma y al poco tiempo falleció. Ya se empezaba a oír en las calles que en Estados Unidos la insulina era un éxito.

Raimundo, Margarita y sus tres hijos, antes de emprender viaje a Europa

Nuestra bisabuela tenía veintisiete años, y desde ese día, y hasta el día en que murió, vistió de luto. Quién sabe qué hubiera pasado si tomaban la ruta a Estados Unidos.

Cuarenta y cinco años después, nuestro abuelo recibe la noticia de que su hijo de veinte años (nuestro padre) tenía diabetes, fue un golpe durísimo para él y para mi abuela, teniendo en cuenta esta historia, aunque ya existía la insulina.

Nosotras nacimos y nos criamos con diabetes e insulina por doquier. Nuestro papá vivió cincuenta y dos año, de sus setenta y dos, con diabetes; tuvo una vida normal, donde, a veces, ocurrían los ataques de hipoglucemia, que era lo más feo. Pero con el avance de la ciencia, el glucómetro y la lapicera de insulina, para nosotras mágica, eso dejo de pasar.

Hoy le toca transitar la enfermedad a una de nosotras y todo ha avanzado aún más…

Nosotras abrazamos a la diabetes con amor y más aún abrazamos la insulina, que permitió que nuestro padre viviera hasta los setenta y dos años y que hoy permite que todos tengan una vida plena y normal.

Ya tenés alguno de nuestros cuentos?

Los cuentos se centran en que el niño, comprenda la condición y las repercusiones que ésta tiene, desde una mirada fantástica, amigable y sobre todo adaptada a su edad.

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