“Cuando me trajeron los resultados, Fede estaba comiendo caramelos: no quería creerlo, pero en ese momento era como darle veneno”
La mamá de Federica, quien tiene diabetes desde muy pequeña, nos brindó su testimonio. Estamos convencidas de que compartir experiencias nos acercan al mundo de la empatía y al conocimiento de realidades diferentes.
“Federica, una nena de 6 años, que amaba comer pastas, caramelos y ricas tortas.
Todo empezó a fines de abril de 2017, cuando estábamos de viaje, disfrutando de un lindo paseo.
Una de las últimas noches, Fede tuvo un “accidente” nocturno y se hizo pis en la cama, pero como a cualquiera le puede pasar, no pusimos atención en “eso”.
Al volver a casa, ella continuó con esos “pequeños accidentes” y a su vez se le agregó que, durante el día, vivía con mucha sed, pero “sed de agua”. Tanto es así que necesitaba tener una botellita llena siempre consigo, todo el tiempo. Entonces, yo creía que esos episodios de pis eran por tanto líquido que consumía a diario.
Corría el mes de mayo y un día mientras charlaba con una amiga médica, le conté lo que estaba pasando. En ese momento, ella me advirtió que podría ser Diabetes. Realmente no creíamos (ni queríamos) que pudiera ser así. Lejos de eso, pensábamos que sería frío, miedo o un llamado de atención.
El 25 de mayo de 2017, gracias a otra amiga que también trabaja en salud, decidimos realizar un análisis de orina para ver qué pasaba.
Fue así como el día 26 de mayo nos enteramos de que los análisis no estaban muy bien, ya que el azúcar en la orina daba un valor muy, muy alto. Cuando me trajeron los resultados, Fede estaba comiendo caramelos: no quería creerlo, pero en ese momento era como darle veneno.
Enseguida le avisé el resultado del análisis al papá, que justo estaba con su sobrino, quien también tiene diabetes. Como no podíamos creer lo que estaba pasando, él nos prestó su glucómetro (aparato para medir azúcar en sangre).
El resultado que nos arrojó el bendito aparato fue una locura: 454, concentración de azúcar en sangre. Cuando el nivel de glucosa sanguínea normal de cualquier persona es entre 70 y 120.
Enseguida nos fuimos de urgencia al sanatorio de niños de Rosario.
Mi cuñada, ya había hablado con el especialista que atiende a mi sobrino, y en el centro médico nos estaban esperando.
Apenas llegamos, llevaron a Fede a la guardia en donde le realizaron análisis de sangre. Como los resultados seguían siendo altos, se decidió dejarla internada hasta poder estabilizarla, ya que estuvo al borde de un coma diabético.
Recién ahí entré en conciencia: mi hija tenía diabetes. Estuvimos tres días en el sanatorio. No fue fácil: suero, pinchazos y análisis, pero dentro de todo, ella dice que lo pasó bien porque iban a visitarla y le llevaban regalos.
Cuando volvimos a casa, trajimos con nosotros el equipo necesario (medidores e insulina). Al principio costó. Principalmente, cambiamos la dieta y lo más difícil fue colocar la insulina. Para eso teníamos que agarrarla entre los dos y era horrible. También retiramos dulces y golosinas, y los cambiamos por alimentos más saludables, sin azúcar y con menos cantidad de carbohidratos simples.
También aprendimos sobre alimentación, conteo de CH, cantidad de insulina por alimento y cuidados para evitar descompensación por hipoglucemia.
Pasaron los meses y Fede, al fin, nos dejó colocarle la insulina, pero solo yo podía hacerlo. Con el correr del tiempo, ella aprendió que la lapicera de insulina, a pesar de que pincha, es su “amiga” y la ayuda a estar bien. Mas trade, ya empezó a colocársela sola.
Hoy día, Fede tiene 10 años, seguimos aprendiendo día a día, pero hace una vida normal como cualquier nena de su edad. Va a la escuela, hace deporte, baila, va a los cumpleaños, está con sus amigas. Siempre acompañada de su equipo: el glucómetro y la insulina.”