“Los alimentos no tenían el logo, había que buscar lo que se podía comer y lo que no, en un librito que publicaban las asociaciones”

Soy Jorgelina Baer y hace catorce años que fui diagnosticada con celiaquía.

Creo que mi destino ya vino marcado, dado que nací el 5 de Mayo; fecha en la que se conmemora el día internacional del celiaco.

El médico había pedido unos análisis porque mi color de piel no era bueno. Con esos resultados, más la endoscopia, llegamos al diagnóstico de celiaquía.

En cuanto al despertar de esta enfermedad, creo que tuvo que ver con estados de ánimo y con el stress. Dicen también, que es algo muy relacionado a la figura del padre.

Al principio fue difícil, duro, estaba enojada con la situación, me acuerdo que la noche antes de la endoscopia tomé bastante cerveza porque me dijeron que ya no iba a poder tomar más.

Ya con el diagnóstico empecé a cuidarme, para decirlo de alguna manera, dado que no sabía, por ejemplo, de la contaminación cruzada.

Me acuerdo que tomaba helado y cuando llegaba al cucurucho lo tiraba porque tenía gluten, y desconocía que el helado también lo podía tener. Como también que, al estar tocando el cucurucho, se producía la contaminación. Eso me llevó mucho tiempo, más o menos dos años. No había información.

Luego hice algunos talleres. Los alimentos, en esa época, no tenían el logo, había que buscar lo que se podía comer y lo que no, en un librito que publicaban asociaciones. Por suerte, esto cambió muchísimo. Hoy todo tiene que tener el logo: medicamentos, alimentos, gaseosas, etc.

Hoy cualquiera puede saber qué puede y qué no puede consumir un celiaco.

Y por suerte mi circuito íntimo entendió enseguida, sobre todo, lo de la contaminación cruzada.

Sin embargo, todavía es difícil en muchos restoranes, y aunque es ley, en la mayoría no se cumple y cuesta mucho la salida. No todos terminan de entender la gravedad de la enfermedad, que en muchos casos es asintomática.

Mi deseo es que la ley se cumpla como se tiene que cumplir.